La investigadora del Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud (IACS) Carmen Bailín coordina un estudio en el que se advierte del incremento de las agresiones por parte de menores de edad en el entorno familiar
La edad media del agresor es de 14 años y los primeros episodios de violencia suelen iniciarse en torno a los 11
Afectividad y comunicación son factores necesarios para evitar episodios de violencia de los menores a sus progenitores. El problema no son los conflictos en las familias, sino la incapacidad de resolverlos o de tratar de hacerlo siempre con violencia. Por eso este fenómeno no debería analizarse desde una perspectiva individual sino relacional, expone Carmen Bailín, investigadora del Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud (IACS) y especialista en Psicología Clínica de la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del centro de salud Pirineos de Huesca.

Actualmente, se estima que la violencia de los menores de edad hacia sus padres afecta aproximadamente a un 10% en la población general. Es más, de acuerdo con informes de la Fiscalía General del Estado se calcula que el 9% de los progenitores sufre violencia física y un 40% verbal y emocional. Todavía, subraya Carmen Bailín, son muchas familias las que ocultan o minimizan el problema de la violencia y soportan el trato recibido de sus hijos durante mucho tiempo antes de que se conozca.

Los datos van en la misma línea. Según la última memoria territorial de la Fiscalía en Aragón las agresiones por parte de menores de edad en el entorno familiar se multiplicaron por cinco en Aragón el pasado año. Así, se recogieron 134 casos de violencia doméstica en 2014, frente a los 25 registrados un año antes.

Carmen Bailín ha coordinado el estudio Menores que agreden a sus padres: factores psíquicos, sociales y educativos, publicado recientemente en la Revista sobre Infancia y la adolescencia de la Universidad Politécnica de Valencia, y en el que también han participado Gemma Ortega, del IACS, Rosario Tobeña, Ángela Asensio y Rosa Magallón de la Universidad de Zaragoza. La recogida de datos se ha realizado con encuestas, tests psicológicos y cuestionarios, aplicados a padres, menores, educadores de servicios sociales y profesionales de Salud Mental Infanto-Juvenil de Zaragoza y Huesca.

Según este estudio, los menores agresores más frecuentes son adolescentes de sexo masculino que agreden a su madre, aunque aumenta el número de casos que afectan a padres, abuelos y hermanos. En principio, son más las mujeres que perciben como leve la intensidad de la violencia que se ejerce contra ellas, aunque el porcentaje de madres que la califican de grave es también muy significativo.

El perfil

La edad media del agresor es de 14 años y los primeros episodios de violencia suelen iniciarse en torno a los 11 años, sin que se defina un factor precipitante único que la desencadenara. El tipo de violencia más frecuente en los primeros episodios es verbal y la madre es, también, la víctima más agredida seguida del padre.

Los adolescentes agresores suelen presentar problemas escolares, absentismo, bajo rendimiento y problemas de comportamiento, aunque no se observan situaciones de aislamiento ni escasez de relaciones sociales con otros menores de su entorno. Un porcentaje elevado ha sido diagnosticado de trastorno de hiperactividad y déficit de atención. El consumo de drogas fue también un factor asociado en esta muestra.

En este estudio la mayoría de los hijos que agreden a sus padres tienen antecedentes personales de violencia familiar (maltrato infantil y violencia de género). La existencia en la familia de modelos violentos, incide Bailín, aumenta la probabilidad de que el hijo sea agresivo hacia sus padres.

Las medidas de protección

En los casos analizados por las investigadoras aragonesas se detectan más problemas en las familias con niveles socioeconómicos bajos. El motivo de descubrimiento de la violencia es la denuncia de los padres en la mayor parte de los casos. Dentro de las medidas de protección las más utilizadas son la orientación familiar, la conciliación-mediación y la intervención educativa continuada. Para los casos detectados se aplican diferentes medidas rehabilitadoras, aunque la más utilizada es la psicoterapia familiar. Según las investigadoras se aprecia también un elevado número de menores con tratamiento farmacológico.

Dentro de las medidas de reforma, es decir, aquellas llevadas a cabo con los jóvenes mayores de 14 años que hayan cometido una infracción a la ley tipificada como delito o falta por el Código Penal, se aplica con mayor frecuencia la solución extrajudicial de mediación conciliación, la libertad vigilada y el internamiento en un centro semiabierto.

Las investigadoras que han participado en este estudio, coordinadas por Carmen Bailín, reivindican la necesidad de dotar a los servicios públicos de mayores recursos económicos para atajar este problema que cada año crece. Insisten también en mejorar la educación e introducir más planes preventivos en las escuelas. Consideran, además, que deberían ponerse en marcha programas de prevención de violencia filio-parental, similares a los que ya existen en materia de violencia de género.